lunes, 28 de febrero de 2011

Al filo de la locura


"127 horas" es la verdadera historia de Aron Ralston, un alpinista que se ve atrapado en un cañón de Utah después de que una piedra se estrellase contra su brazo. El eje principal del argumento se centra en la angustiosa experiencia que vive el personaje y en el coraje que desarrolla para sobrevivir a las adversidades, una lucha personal de supervivencia en la que, durante cinco días, Ralston examina su vida y reflexiona sobre lo que fue, es y será.

En esta ocasión, Danny Boyle invita al espectador a introducirse en la mente del protagonista, y crea un vínculo visceral entre ambos en el que no sobra la palabra empatía. James Franco da forma al personaje otorgándole gracia y consistencia, y conmueve durante los 93 minutos que llena la pantalla. El ritmo de la película es fantástico, trepidante, vivo, no adormece y mantiene al público expectante. Jon Harris realizó un buen trabajo de montaje, quizás lo más llamativo de la película.

Desde el principio del film, Danny Boyle consigue poner todos los elementos narrativos al servicio del carácter y personalidad de Aron Ralston. El lenguaje que utiliza evoca a la perfección el sentimiento y naturaleza aventurera del personaje. La estética, muy visual, también crea esta sensación, aunque traspasa peligrosamente la delgada línea entre lo innovador y el videoclip musical. Sin embargo, las historias, auténticas o no, se dan a conocer de una forma u otra dependiendo de quien las cuente. Danny Boyle renuncia al sonido de la naturaleza: al sonido del viento, de los pájaros y del silencio; y en su lugar convierte el drama en casi una película de acción, pero de manera justificada. El film es, ni más ni menos, como es su personaje, que prefiere el movimiento a la quietud, y la emergente música de sus auriculares a la armoniosa melodía de la naturaleza.

Otra gran película que he tenido el placer de ver este fin de semana es "Cisne negro". Darren Aronofsky se convierte en uno de los directores con mayor proyección del cine moderno. Su estilo, para nada costumbrista, desata el placer de contemplar la pantalla desde otra perspectiva diferente.

Inquietante y bella, "Cisne negro" refleja lo bueno y lo malo que habita en el interior del alma humana. La cámara acosa al personaje asfixiándolo hasta hacerle enloquecer, y esa angustia se transfiere al espectador. La interpretación de Natalie Portman conmueve, emociona e inquieta. La historia transciende el superfluo simplismo que puede desencadenar una película de terror adolescente, y se adentra en la mente de una joven bailarina y su enfermiza obsesión por alcanzar la perfección. El personaje conecta con su lado más oscuro, y la película se transforma en confusión, salvajismo y locura.
RF

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