sábado, 10 de marzo de 2012

El enfermo

Se escuchan risas en el pabellón de enfermos terminales. Me acerco lentamente por el pasillo hasta llegar a la habitación 106. Demasiada gente, como siempre. Una voz enferma, aunque solemne, protagoniza la escena.

Con delicadeza, me cuelo en la habitación y hago mi trabajo. El paciente, un anciano de mirada jocosa, me tiende la mano. "Gracias por todo, doctor". Esbozo una forzada sonrisa al estudiar esas palabras. Tras medir la tensión del enfermo doy las buenas tardes y me dirijo hacia la puerta. Pensativo, me vuelvo unos instantes. Su mujer, con suavidad y cariño, le perfuma y peina el cabello. Me encuentro con la mirada traviesa del anciano. Este comienza a entonar una canción. Todos aplauden y ríen. Por fín, salgo de la estancia.

Avanzo por el pasillo en dirección a otra habitación. El anciano eleva la voz desafinando levemente. En ese momento rompo a reir, la situación me parece surrealista. Tengo que detenerme y serenar mi comportamineto antes de continuar con otros pacientes. Miro de nuevo hacia la habitación 106.

El paciente se llama Francisco. Lleva veinte años enfermo. Veinte años sobreviviendo de hospital en hospital. Un tipo fuerte. Probablemente, y pese a lo acaecido hace un minuto, no pase de mañana. La morfina actúa rápidamente emborrachando la razón y la lucidez. Quizás esa sea la razón de la serenata. O quizás esa sea la despedida que él ha escogido.

Algo más calmado, me dirigo a la habitación 98. El perfume del anciano de la habitación 106 se diluye en el ambiente dando paso a un olor más agrio. El clamor propio del hospital devuelve verosimilitud a mi conciencia.

R.F

2 comentarios:

X. dijo...

Ganas de más.

jlf dijo...

iBreve y hermoso